miércoles, 27 de enero de 2016

Ejercicio para trascender la dualidad

Por Ken Wilber


Ser un testigo del ser consciente puede prolongarse durante la vigilia, el sueño onírico y el sueño profundo. El Testigo se halla totalmente accesible en cualquier estado, incluyendo tu propio estado de consciencia de este mismo instante. Así que les voy a guiar hacia ese estado, utilizando lo que en Budismo se llama “instrucciones indicativas”. No voy a intentar conducirles a un estado de consciencia diferente, a un estado de consciencia alterado o a un estado diferente de lo común. Simplemente, voy a destacar algo que ya está ocurriendo en tu estado actual, presente y habitual.



Así que comencemos por tomar consciencia del mundo que nos rodea. Mira al cielo, y simplemente relaja tu mente; deja que tu mente y el cielo se fundan. Observa las nubes que flotan. Toma nota de que esto no requiere de esfuerzo alguno de tu parte. Tu estado de consciencia actual —en el que flotan estas nubes— es algo muy simple, muy fácil, que no requiere de esfuerzo, espontáneo. Simplemente toma nota de que, sin mediar esfuerzo alguno, tomas consciencia de las nubes. Lo mismo ocurre con esos árboles, esas aves y esas rocas. En forma simple y sin esfuerzo, tomas conciencia de todos ellos. 

Observa ahora las sensaciones presentes en tu propio cuerpo. Puedes tomar consciencia de cualquier sensación corporal que se halle presente ahora: quizás la presión del mueble, quizás el calor en el abdomen, quizás una tensión en tu cuello. Sin embargo, aún si estas sensaciones fuesen de tensión, puedes tomar consciencia de ellas con facilidad. Estas sensaciones surgen en tu consciencia presente, y esa consciencia es muy simple, fácil, relajada, espontánea. Eres un testigo, sin esfuerzo y sin dificultad. 

Observa los pensamientos que surgen en tu mente. Puede que observes diversas imágenes, símbolos, conceptos, deseos, esperanzas y temores, todos los cuales surgen espontáneamente en tu consciencia. Surgen, permanecen unos instantes y luego se van. Estos pensamientos y sensaciones surgen en tu consciencia de este momento, y esa consciencia es muy simple, relajada y espontánea. Sin esfuerzo ni dificultad, eres un testigo de todo ello. 

Así que observa: puedes ver flotar las nubes porque no eres esas nubes, eres quien las está mirando. Puedes sentir sensaciones corporales porque no eres esas sensaciones: eres el testigo de esas sensaciones. Puedes ver cómo flotan los pensamientos porque tú no eres esos pensamientos —sino un testigo de su presencia—. En forma natural y espontánea, todas estas cosas surgen, por sí solas, en tu darte cuenta presente, sin que medie esfuerzo de tu parte. 

Y entonces, ¿quién eres tú? No eres los objetos de allá afuera, no eres las sensaciones, no eres los pensamientos —sin esfuerzo, eres un testigo de la presencia de todos éstos, de modo que no eres ellos. ¿Quién o qué eres tú? 

Dilo de este modo para ti mismo: tengo sensaciones, pero no soy esas sensaciones. ¿Quién soy? Tengo pensamientos, pero no soy esos pensamientos. ¿Quién soy? Tengo deseos, pero no soy esos deseos. ¿Quién soy? 

Así que retrocedes hacia la fuente de tu propia consciencia. Retrocedes hacia el Testigo, y descansas en el Testigo. No soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los deseos, no soy los pensamientos. 

Pero entonces, por lo general las personas cometen un gran error. Creen que, si descansan en el Testigo, van a ver algo o sentir algo, algo realmente exquisito y especial. Pero no verás nada. Si ves algo, se tratará simplemente de otro objeto: otra sensación, otro pensamiento, otra sensación, otra imagen. Sin embargo, todos éstos son objetos: no eres ninguno de éstos. 

No es así: mientras descansas en la realización del Testigo —no soy los objetos, no soy las sensaciones, no soy los pensamientos— todo lo que observarás es una sensación de libertad, una sensación de liberación, una sensación de alivio… alivio de la tremenda limitación que implica el identificarse con estas pequeñeces, pequeños objetos finitos, tu pequeño cuerpo, pequeña mente y pequeño ego, todos los cuales son objetos que pueden ser vistos y, por lo tanto, no son Aquél que ve, el verdadero Yo, el Testigo puro, aquél que realmente eres. 

Así que no verás nada en especial. Lo que surja está bien. Las nubes flotan en el cielo, las sensaciones flotan en el cuerpo, los pensamientos flotan en la mente —y, sin esfuerzo, tú eres testigo de todo esto—. Todo esto surge espontáneamente y sin esfuerzo en tu consciencia presente. Y esta consciencia que es testigo no es, en sí, nada específico que puedas ver. Es, simplemente, una gigantesca sensación de libertad —o de vacío puro— en el trasfondo. Y en ese vacío puro —que es lo que eres— surge el mundo entero de lo manifiesto. Tú eres esa libertad, esa apertura, ese vacío, y no alguna de las cosas que surgen de allí. 

Descansando en ese atestiguar vacío, libre, fácil y carente de esfuerzo, observa que las nubes surgen en el amplio espacio de tu consciencia. Las nubes surgen en tu interior —tan así es que puedes saborear las nubes, eres uno con las nubes—. Es como si estuviesen a este lado de tu piel… están tan cerca. El cielo y tu consciencia se han vuelto uno solo, y todas las cosas en el cielo flotan sin esfuerzo a través de tu propia consciencia. Puedes besar al sol, tragarte la montaña… están así de cercanos. El Zen dice, “Tómate el Océano Pacífico de un solo trago”, y eso es lo más fácil de hacer cuando adentro y afuera ya no son dos, cuando sujeto y objeto no son dos, cuando el que mira y lo mirado son Un Solo Sabor Único. 

¿Lo ves?


Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: Ejercicio para trascender la dualidad http://mysteryplanet.com.ar/site/ejercicio-para-trascender-la-dualidad/








sábado, 23 de enero de 2016

Escuela de Atención Plena




¿Qué es la Atención Plena?
La Atención Plena, “mindfulness” en inglés, es un estado de atención abierta a la totalidad de nuestra experiencia vital aquí y ahora. Se trata de una experiencia integral en la que tomamos plena conciencia del estado corporal, de la respiración, de las sensaciones, las emociones, los contenidos mentales y nuestro entorno.
No es un conocimiento intelectual sino una experiencia: el estado natural inherente a la naturaleza humana. Esta experiencia no pertenece a ninguna tradición en particular.
No se puede acceder a esta experiencia mediante la adquisición de nuevos conocimientos intelectuales. Es a través del entrenamiento como llega a ser una experiencia vivida por cada uno. Una vez adquirida esta experiencia, la práctica consiste en integrarla en la vida cotidiana.
Más información en: info@eaplena.es

Canto al corazón de la confianza_17 (Xìn Xîn Ming)





歸根得旨
Guî gên dé zhî.
隨照失宗
Suí zhào shi zong.


Volver a la raíz es tocar la esencia,
seguir las apariencias es alejarse del origen.



La raíz no se haya lejos en el espacio. La esencia no se encuentra en el pasado remoto. Existen aquí y ahora. Es el punto cero desde el que surgen todas las fabricaciones mentales, todas las sensaciones y las percepciones. Somos como los personajes de la caverna de Platón. Confundimos la realidad con nuestras sombras proyectadas en la pared. Los sentidos nos ciegan. Los pensamientos nos embriagan. Las representaciones mentales nos fascinan y nos alejan de la realidad representada. Corremos detrás de las imágenes creadas por nuestra propia mente. Confundimos el mapa con el territorio.
Por medio del silencio interior podemos despertarnos de este espejismo. Entonces nos damos cuenta de que los diez mil fenómenos que percibimos son como el reflejo de la luna en el agua, apariencias fantasmales que desaparecen instantes después de haber surgido. Abandonamos el oleaje y moramos en el fondo estable y original.





Traducción y comentarios de Dokushô Villalba.
Canto al Corazón de la Confianza (Xìn Xîn Ming)

viernes, 15 de enero de 2016

La alquimia en los fogones de un monasterio zen




Empar Roch, tenzo Monasterio Zen Luz Serena




A las seis y media de la mañana el sonido de una campanita anuncia el despertar en el monasterio budista zen Luz Serena. Hay una diminuta senda que recorro cada día hasta llegar al dojo, la sala de meditación para practicar zazen, la meditación sedente. Cincuenta minutos en silencio sobre el zafu (cojín de meditación), cincuenta minutos en los que solo hay que “sentarse y sentirse”, como dice el maestro Dokushô Villalba; en los que el silencio del mundo interior y exterior se vuelven uno y te prepara para comenzar el día.

Eihei Dôgen en su obra el Fukanzazengi comenta: “El zazen del que yo hablo no es una técnica de meditación. Es la Puerta de la Paz y de la Felicidad.” Y es en ese estado de paz y de felicidad como inicio la jornada en la cocina, tras el desayuno. Y en ese mismo estado comienzo la tarea de pelar las patatas, limpiar las verduras, cortar las zanahorias, encender los fogones, rehogar las cebollas y los ajos, es decir preparar el menú del día.

“Solo un acto de amor hacia 
nuestro propio ser 
y hacia los alimentos 
que nos dan la vida 
puede curarnos de 
nuestra inconsciencia”

Cada acto en sí mismo, cada movimiento se convierte en una entrega, en un abandono, en una manera de estar en la cocina y en la vida, que nada tiene que ver con el modo de abordar los trabajos que realicé en el pasado. Cada instante se convierte en un instante único, auténtico, profundo y mágico. Es como si el cuerpo se transformara en una antena de radio con la capacidad de elegir la frecuencia energética en la que vibrar a la hora de elaborar los alimentos. Cómo atravesar una abertura en la que poder transcender el espacio y el tiempo para experimentar la vida y poder dar vida a los alimentos que se transformarán en el interior de nuestro organismo en órganos, tejidos, células, moléculas… formando parte de nosotros mismos.

Poner conciencia en la cocina también supone, para mí, encontrarse con la sombra y abrazarla. Abrazar las múltiples capas con las que ocultamos aquello que no queremos ver porque nos duele. Ese cuarto oscuro donde hemos ido soterrando nuestros miedos y resistencias, esa caja de pandora que huele a verdura y a fruta entumecida. No en vano la alquimia de los fogones llega hasta el lugar más recóndito de nuestro verdadero ser, a la plena presencia a la que todos podemos tener acceso, si somos capaces de iluminar nuestra sombra y transformarla en amor. Ese amor que nos llegó con la lactancia, con el primer sorbo de leche con el que nos alimentó nuestra madre.

Pero antes que la lactancia, incluso antes de que nos cortaran el cordón umbilical y nos separaran físicamente de nuestra madre, está la respiración. La respiración es el primer acto que realizamos al nacer y el último que realizamos antes de morir. Es un acto de amor a la vida. Respirar, tomar conciencia de nuestro cuerpo, sentir como el oxígeno limpia y oxigena nuestra sangre, el líquido de la vida que nos recorre por dentro. Respirar mientras cortamos el pan o las verduras, sentir el aire oxigenado mientras elaboramos los platos o preparamos el postre. Tomar conciencia de la postura corporal, del modo en que tomamos el cuchillo en nuestras manos, como si fuera una prolongación más de nuestro cuerpo. Inhalar y exhalar sintiendo como el espacio entre ambos movimientos se agranda y se llena de luz, se llena de alegría solo por el mero hecho de seguir respirando.

Solo un acto de amor hacia nuestro propio ser y hacia los alimentos que nos dan la vida puede curarnos de nuestra inconsciencia. Solo un acto de amor hacia la madre de todas las madres, la Tierra, que nos alimenta y nos da cobijo, puede salvarnos. Y como madre de todas las madres, a poco que nos esforcemos en cultivar el huerto nos regala las frutas y verduras necesarias con las que alimentarnos, nos regala el agua de los ríos y los manantiales con los que hidratarnos. Y en respuesta a su desinteresada entrega le correspondemos contaminando el agua y las cosechas con pesticidas y residuos tóxicos con los que, paradójicamente, nos envenenamos a nosotros mismos.

En el monasterio zen Luz Serena hay un pequeño huerto en el que cultivamos tomates, pimientos, berenjenas, ajos… La dificultad que tenemos en estos momentos es que carecemos de agua. Un camión cisterna nos la trae varias veces al mes para el uso diario. Aunque hay una depuradora con la que se aprovechan las aguas residuales para regar las plantas y los árboles del jardín, estas no son buenas para el cultivo de alimentos, y el monasterio no tiene dinero para conectarse a la red de agua corriente situada a cuatro kilómetros de distancia. Ojalá algún día suceda el milagro. Ojalá algún día podamos cultivar nuestras verduras y nuestros árboles frutales dentro del monasterio, en el mismo lugar donde residimos. Cerca, muy cerquita de la cocina.

Empar Roch
Tenzo Monasterio Zen Luz Serena

jueves, 14 de enero de 2016

Canto al corazón de la confianza_16 (Xìn Xîn Ming)



絶言絶慮
Jue yan jue lu
無處不通
wu chu bu tong.


Si se deja de hablar y de pensar,
no hay nada que no pueda ser comprendido.

Cuando se intenta comprender la realidad con la mente, lo único que se obtiene es un conjunto de imágenes, de conceptos, de símbolos. Estos se convierten en ideología. La identificación emocional con cualquier ideología conduce al fanatismo y a la intolerancia. Las redes del intelecto tienen agujeros demasiado grandes para atrapar la Vía que carece de forma fija. La comprensión intelectual es una foto fija, en un momento concreto, de una realidad fluyente. Por ello es limitada y limitadora. Los sabios alcanzan la comprensión a través de la no comprensión. Comprenden más allá de la mente, a través de la no mente, gracias al no pensamiento. Cuando las categorías mentales y lingüísticas cesan, cuando las redes intelectuales comprenden la inutilidad de atrapar el océano, éste aparece en su plena majestuosidad. El sabio no intenta comprender el océano: se convierte en océano.

Traducción y comentarios de Dokushô Villalba.
Canto al Corazón de la Confianza (Xìn Xîn Ming)







Canto al corazón de la confianza_15 (Xìn Xîn Ming)


多言多慮

Duô yán duô lu
轉不相應
zhuan bu xian gying.


Cuanto más se habla, cuanto más se piensa,
más lejos se está [de la Vía].


La Vía es la Vida, una realidad fluyente en continua transformación. Las palabras y las categorías mentales son representaciones simbólicas, daguerrotipos congelados que tratan de aprehender un fluido vivo. El mapa no es el territorio. Cuanto más se identifica la mente con sus propias creaciones, más se aleja la conciencia de la verdadera realidad. Los sabios occidentales siguen el principio cartesiano “pienso, luego existo”. Los sabios orientales siguen el principio “no pienso, luego vivo”. La vida es la condición sine qua non del pensamiento. Sin embargo, el pensamiento no puede aprehender la infinita complejidad de la vida ni puede atraparla en las redes de sus construcciones simbólicas. La realidad siempre está más allá que el símbolo que trata de representarla. La Vía no está lejos ni cerca. Es esto que está siendo a cada momento. Si piensas sobre ello ya lo has perdido, porque la Vía no es algo que pueda ser pensado. Sólo vivido.



Traducción y comentarios de Dokushô Villalba.
Canto al Corazón de la Confianza (Xìn Xîn Ming)