lunes, 9 de febrero de 2009

DALE TIEMPO AL TIEMPO


Ezugay empezó a sentir miedo. Sentía pánico de todo. Las cosas no le iban bien. La angustia por los últimos acontecimientos le postró en la cama. No quería levantarse. Pasaron varios días e incluso semanas. Comía lo justo y mal. La casa la tenía desordenada. Era una pocilga. Una noche se durmió. Y soñó...

Estaba en un tronco de bog. Era un bosque. Quien le hablaba era un hombre con semblante de mujer. Estaban juntos sin hablarse. Después de un tiempo le empezó a decir.

Dale tiempo al tiempo para que las cigüeñas vuelvan a retornar a las agujas de la iglesia. Dale tiempo para sentir entre los pelos de tu piel las alondras con su plumaje pardo, sus listas negras, su cola ahorquillada, su cresta corta y redonda oyendo su canto agradable. Dale tiempo para que muera en tu conciencia el calor amargo de tu sed de amor.
Dale tiempo al tiempo para que descubra en el reflejo de tu vida la disipación de aquellas cosas que no volvieron y que no quisieron volver.
Dale tiempo el tiempo para que sueñe contigo entre los albores majestuosos del alba, en las mañanas rosadas que cubren con el rocío de tu sueño la eterna juventud del amor tardío.
Dale tiempo al tiempo para que ese ocaso temprano te dé la oportunidad de otro amanecer. Aunque sepas que en los ardores de tu corazón te duele el hastío que bulle. Que va y viene por tus venas ya hinchadas por el tiempo perdido.
Dale tiempo al tiempo. Dale tiempo...
¿Sabes qué el tiempo pasa y no cesa? El tiempo va y va. Pero vuelve. No se va para no volver. El único tiempo que se va es el de la razón. Es el de la existencia. Hay otro tiempo que es el que te estoy mostrando porque no tiene lógica, ni razón. Es un tiempo que se toca con el corazón.
Dale tiempo al tiempo para que tus ojos no se resquebrajen con el dolor humano. No pienses que es una contradicción, sino es una utopía. Una lucha que no cesa a pesar de que corra el tiempo.
Dale tiempo al tiempo, para que esa mano que tendiste no se enfríe en la habitación oscura y negra de tu alma. Puede ser que otra mano te ayude a sentir la vida.
Dale tiempo al tiempo para que esa amistad que surge, fluya, emane, satisfaga tu pena y tu rabia de tus poemas escondidos, de tu miseria abandonada a la suerte de tu bondad amistosa de otro corazón abandonado.
Dale tiempo al tiempo, para que sepas valorar esas cosas tan sencillas como sentir la mano ajena sin ningún interés que tender la mano. Sin ninguna pasión que mostrar la solidaridad entre los hombres.
Dale tiempo al tiempo. Sobre todo dale tiempo. Sabrás que es el camino para entenderte y sentirte más humano y cercano.
Dale tiempo al tiempo, para que en el diálogo saborees la riqueza de oír, de escuchar lo que el otro te quiere decir. Verás como el tiempo te enseña a oír la música y no las palabras tan manidas y truncadas, faltas de sentido y comprensión.
Dale tiempo al tiempo para oír su sonido sinfónico y no el desafinamiento de los sentidos que troncan con tu misterio y tu camino.
Dale tiempo al tiempo para llorar. Enjugar los ojos, el corazón, y el alma con el gran misterio de la vida.
Dale tiempo al tiempo para reír. ¡Y ríe! Con esas cosas tan sencillas que no tienen ninguna validez sino es con la bondad de la sencillez. Dale tiempo...
Dale tiempo al tiempo para morir. Dale tiempo. Porque el tiempo también muere. Muere para que otro tiempo nazca.
Dale tiempo al tiempo. Dale tiempo a la soledad. No a esa soledad que te hunde en el estiércol y abandono, sino a la que siente la luz intensa del sol en una tarde de verano que te ciega los ojos para sentir su calor. Y al silencio que brota de ella durante el día y la noche. ¡Qué dualidad tan escabrosa! La luz y la oscuridad. El día y la noche. Aprende de ese tiempo.
Dale tiempo al tiempo para que el día evolucione y se convierta en noche. Y dale tiempo para que vuelva amanecer y así sentir como tu vida tiene un valor que es color azul del cielo y amarillo de la tierra.
Dale tiempo al tiempo para transformar el mundo. Pero déjale primero modificas las cosas: esas que tienes que cambiar tú. Dale tiempo al olvido; al sueño; al amor; a las cosas hechas con cariño; al desayuno de la mañana; a los buenos días y a las buenas noches; al agradecimiento de las cosas bien hechas, incluso a las cosas que se hacen por error.
Dale tiempo al tiempo a la pereza del alma. Se transformará cuando se dé cuenta que no puede vivir sola. Que la soledad cuando es una losa impuesta: es la gran tumba del hombre. Estar solo, no es lo mismo que sentirse solo.
Dale tiempo al tiempo porque el que piensa dominar no tiene el poder. Quien se domina a asimismo ese es el más fuerte. Porque es comprensivo con los demás pero sobre todo consigo mismo, y eso le induce al respeto.
Dale tiempo al tiempo para que entienda que la amistad no es compartir las mismas opiniones. La razón no da a los amigos, pero sí la amistad ayuda a escucharlos vivamente y con paciencia.
Dale tiempo al tiempo para pensar. El que piensa actúa. No se puede estar quieto y vuelve a tu jardín a podar aquellas plantas que necesitan una renovación para seguir.
Dale tiempo al tiempo para perdonar. El perdón es de grandes personas. De personas grandes. El olvido acallado con amor es el gran triunfador de la vida. El perdón tiene lo que se perdió una vez, vez, y hasta muchas veces, veces. Tiene la sencillez de decir “te quiero”.
Dale tiempo al tiempo al presente. El pasado ya se fue y el futuro, quizá no vendrá. El presente es lo que vives y, en él sientes, como tú jardín lleno de flores: rosas, jazmines, alhelíes... plasma la realidad de tu vida y de tu ser.
Dale tiempo al tiempo déjale que hable en el silencio y déjalo que escuche en la algabaría, que sin esa suerte no podrá sentir lo que tu buscas: la sabiduría.
Dale tiempo al tiempo y déjale aprender. El niño aprende desde el seno de su madre. Así aprende el tiempo desde el seno de su tiempo. ¡Escúchalo! Que si no lo oyes te perderás ese sonido cadencioso que te produce la evolución anunciada en tus pensamientos que fluyen como las olas del mar; que van y vienen por la atracción de la estrella blanca.
Dale tiempo al tiempo porque la vida es un milagro que hacemos todos los días.

Cuando se despertó, —pensó—: bobadas. Se levantó de la cama y se dirigió al cuarto del baño. Pero cuando se miró al espejo se asustó, porque se dio cuenta que sonreía... Se quedó fijamente mirando a la esquina que hacía el marco de la ventana con la estantería de cristal, al mismo tiempo que de reojo se ojeaba en el espejo y se dijo: “Dale tiempo al tiempo...”

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