lunes, 2 de marzo de 2009

SUSURRO EN EL HOTEL

Desde la ventana contemplaban la calle. Veían pasar como el verano empezaba a declinar. Debajo el autobús hacía su parada habitual. Observaban como los pasajeros no eran los conocidos, porque las miradas eran huérfanas y los gestos sin sentido.
Ella lo observaba con dulzura. Con ese gesto de amor incondicional. Desde que se conocieron ansiaban pasar una noche solos, en un lugar donde la belleza los invadiera y los abrazara en un momento sin final.

El hotel estaba limpio. Era su primera noche. Estaban cargados de resentimiento y amargura por la vida, pero esta noche le habían dado una tregua.
Él estaba desnudo en la cama. Observaba su cuerpo. La espera era interminable. Necesitaba sentir el calor del cuerpo de María. La música invadía el ambiente. Desde la cama veía como ella salía del cuarto de baño con su corta melena alborotada. Pensaba que le había ganado la batalla al recuerdo, mientras ella se acercaba. Ahora sí que había hecho realidad el deseo de hacer el amor con su novia.
Lentamente se acercó se sentó en la cama y dando un brinco se postró a su lado. Comenzó a besarle. Primero en la boca. Continuó por el pecho y las tetillas y antes de seguir le metió una pastilla en la boca.
Con la erección ella empezó a jugar con su pene. Lo empezó a besar hasta que se lo metió en la boca muy lentamente. Él observaba y sentía un placer que se asemejaba a lo soñado. Los dos disfrutaban de ese momento. Él con sus manos la acariciaba tardo. La noche estaba por delante.
Después de unas caricias ella se metió el pene en su vagina y con vaivenes lentos y precisos se lleno de aquel semen que tanto había ansiado durante tanto tiempo. Se sentían satisfechos de ellos mismos. Ella gozaba de felicidad y a él se le escapaban carcajadas de optimismo. Ahora sabían que ellos podían hacerlo todas las veces que quisieran.
A la mañana siguiente el sol se colaba entre las rendijas de las persianas, cogió la mano de su novio y le dijo.
—Edu..., Eduar..do, Eduardo te quiero, a...mor, amor mío.
—...
—En...segui...da nos veeen...drán a buscar. To...do el mundo de..be saber lo que es hacer el amor... Porque es maravilloso.
—Sí, María.
Con sus manos torpes Eduardo intentó acariciarla al mismo tiempo que sus ojos se embadurnaban de ternura.

Los cuidadores llamaron a la puerta esperaron un momento y entraron. Los vistieron entre sonrisas. Ellos estaban felices.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

sexo en el geriatrico, ¡te superas!un... ¡ole tus cojones, mestro!
ya tienes otro incondicional
norberto

Anónimo dijo...

Sabes? no hay pastillas que conviertan pitufos en amantes... sólo en buenos catadores... ¿Cómo apreciar el sabor de un buen vino si no se ama la tierra, la uva, el racimo, la madera...?
No sólo es sexo en el geriátrico (porque entonces algunos geriátricos tendrían sus habitaciones instaladas en muchas en casas)... es mejor, es una historia de amor...
Lástima que sólo identifiquemos el amor con la eternidad... cuando la eternidad suele estar al final del camino...
El texto te salió de lujo... por si se me olvidaba.
Paz.

Anónimo dijo...

Muy bueno Agus, una buena forma de transmitir verdaderos sentimientos, es cuando ya casi no te quedan fuerzas para ello. Entonces dejas que surja lo que "hay"; el puro amor. El sexo es sólo una fuerte energía del amor, que si tu corazón está abierto quizá no necesites ni pastilla...aunque creo que la pastilla tiene otro cometido en el texto.
Jose Luis

Sara Fedrika dijo...

Las miradas eran huérfanas y los gestos sin sentido. Me gusta, Agustín, me gusta.

Por cierto, ¿sigue pintando Norberto? Cuando haga exposiciones que nos avise.

Un besazo.

Anónimo dijo...

A riesgo de ser insolente: el cuerpo es el cuerpo, no es menos cuerpo por ser viejo y ajado. Mi afirmación “sexo en el geriátrico” es una socarronería. Agustín, impecablemente, ha dibujado el cuerpo y todo lo que soporta, genera y trasciende. ¡Queridos! El sexo es una de las grandes manifestaciones del cuerpo. Un ¡hurra! Por el autor.
Norberto