sábado, 24 de septiembre de 2016

Zen, espiritualidad y materialismo. Entrevista a Dokushô Villalba (I)



Entrevista de Iñaki Calvo



Maestro zen Dokushô Villalba





A continuación puedes leer la entrevista que le hice en julio de este año al maestro zen Dokushô Villalba, uno de los mayores divulgadores del budismo zen en el mundo hispanohablante. Como en todos sus textos, su estilo claro y directo está presente en esta entrevista y hará de su lectura un placer.

Debes saber que esta es una entrevista colaborativa, ya que combina mis preguntas con las que recibí de algunas de las personas que leen este blog. Las preguntas de los lectores incluyen el nombre de quien la formula y el lugar desde donde me envió su pregunta; si no indico nada, es que la pregunta es mía. 

Un último comentario antes de entrar en harina: esta entrevista se realizó de forma asíncrona a través de un documento colaborativo en Google Docs a lo largo del mes de julio de 2016 y, debido a la gran cantidad de preguntas, las he agrupado por temas y dividido en varias entregas que publicaré a lo largo de los próximos meses (si no quieres perderte ninguna, recuerda suscribirte al blog si es que aún no lo has hecho). 

Esto que vas a leer a continuación es la primera entrega. ¡Disfrútala! 


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El camino del zen


Mauricio, desde Santiago (Chile): ¿Qué es ser un maestro zen? 
Un maestro zen es aquel que ha sido reconocido como tal por otro maestro zen de la transmisión. En la escuela Soto Zen se requiere como mínimo diez años de práctica y estudio al lado de tu maestro. Cuando tu maestro considera que ha llegado el momento, tiene lugar la ceremonia de la Transmisión del Dharma, a medianoche, de forma privada entre el maestro y tú. Se supone que un maestro zen es aquel que tiene la capacidad de enseñar la Vía del Zen a sus estudiantes y de transmitirles el Dharma que ha recibido.

Hace poco he comenzado a leer un libro de Kodo Sawaki —cuya traducción dirigió usted— que lleva por título El zen es la mayor patraña de todos los tiempos. ¿De qué manera refleja este título el espíritu crítico del zen?
Más que crítico, diría burlón o iconoclasta. El Zen no es Zen. El Zen se trasciende a sí mismo, se ríe de sí mismo. Finalmente, todo es una patraña. Las religiones, los partidos políticos, las dictaduras, las democracias, el montaje nuestro de cada día… todo no es más que un constructo, una ilusión colectiva que creamos para sobrevivir y poder soportar la absoluta vulnerabilidad de nuestra existencia. Finalmente, todo es polvo, ni siquiera polvo, todo es nada. Pero ¡cuidado! No se trata de nihilismo ni de fatalismo. Forma parte de la naturaleza humana la creación de todo tipo de patrañas ilusorias. El punto importante es usarlas sin ser usados por ellas. Vivirlas sin considerarlas verdades absolutas.



En el Sutra de la Gran Sabiduría, uno de los sutras que se recitan en las ceremonias zen dice que «los fenómenos son vacío y el vacío es fenómenos», ¿es a eso a lo que usted se refiere cuando habla de esas ilusiones?
Sí, de alguna manera, así es. En el Dharma del Buda, el término ‘vacío’ quiere decir ‘carente de existencia propia’. ¿Qué significa esto? Pensemos en un arco iris. Podemos verlo, esto es, es real para los ojos, pero no podemos tocarlo, ni saborearlo, ni olerlo, ni pesarlo. Existe pero no existe. Su existencia no surge de él mismo y no puede ser sostenida por él mismo: surge como fruto de una serie de factores como la lluvia, el sol, el ángulo de visión del observador… Esto es lo que significa ‘carente de existencia propia’. Todos los fenómenos de nuestra existencia, nuestra existencia misma, son parecidos en esto al arco iris.



Usted lleva ya muchos años divulgando el zen en España y como abad delMonasterio Zen de Luz Serena habrá visto pasar por allí a muchos occidentales que nos acercamos al zen. ¿Qué es lo que la gente busca en el zen? ¿Y qué es lo que suele encontrar?

La búsqueda parte de una proyección mental ilusoria: el sentimiento de carencia que corroe nuestra conciencia de ser y nos provoca angustia. Pero es esta proyección mental ilusoria lo que nos pone en camino. El Zen puede convertirse en una nueva proyección ilusoria: la de ser alguien espiritual, un meditador, alguien que hace algo especial, que se viste de forma especial… aparece el ego espiritual. La búsqueda sincera de despertar es rara y, aunque esté presente en muchas personas, al principio está mezclada con otros elementos tales como proyecciones, necesidad de reconocimiento, deseos de poder, etc. Lo que nos aguarda en el cojín de meditación es un espejo implacable e impecable. El espejo que nos refleja tal y como somos. Generalmente lo primero que nos impulsa es la proyección ilusoria de cualquier tipo, después viene el encuentro con la propia sombra y el desinflamiento y la desilusión. Aquí son muchos los que abandonan. Los que atraviesan la sombra terminan por encontrarse con su verdadera naturaleza original, lo que llamamos ‘naturaleza de Buda’ en el Zen y, desde ella, pueden construir una vida más real. Y también están los que se pasan la vida empollando el cojín sin que de él salga ningún polluelo. 


¿Qué le diría a alguien que está planteándose iniciarse en la práctica del zen?
Clarificar la propia motivación es lo fundamental. ¿Por qué, para qué practicar zazen? Kodo Sawaki solía decirles a los principiantes: «Os advierto que el Zen no sirve para nada». Esto desmoraliza a la mayoría. Se quiere hacer algo que aporte beneficios y mejoras. Y es precisamente esta búsqueda de beneficios y mejoras lo que nos aleja de los verdaderos beneficios. Sawaki continuaba su frase: «Hasta que no practiques una meditación que no sirva para nada, tu meditación no servirá realmente para nada». 
Cuando uno se sienta en meditación zen abandona cualquier tipo de búsqueda. Simplemente se sienta y aprende a permanecer en un estado de gran atención y de paz profundas. Soltando toda expectativa. Soltándolo todo. Zen no es pretender llegar a más 10 sino vivir en paz en menos que 0.


¿Y que le diría a alguien que ya lo ha probado y quiere profundizar en su práctica?
El único secreto del Zen es su práctica continuada. Si no se practica, incluso las mentes más lúcidas e inteligentes pierden el tiempo tratando de atrapar el reflejo de la luna en el agua. Por el contrario, aunque se sea torpe y de poca inteligencia, la práctica continuada de la meditación zen termina por convertir el barro seco en un diamante luminoso. Una de las últimas frases que el maestro Taisen Deshimaru dirigió a sus discípulos antes de morir fue: «¡Continuad practicando zazen!» 
El maestro Dôgen enseñó claramente que todo buscador serio de la Vía necesita dos alas para avanzar en su realización: un compromiso total con la práctica y un maestro de la transmisión que le guíe.


Salvador, desde Murcia (España): ¿Cúal es el mejor libro sobre el Zen que ha leído y/o traducido? El cuerpo real, traducido y comentado por usted, creo que marca un hito en la comprensión del zen en el mundo. ¿Qué le supuso la traducción del libro que sienta los pilares del zen? ¿Qué le impresionó más la primera vez que lo estudió?
Bueno, me alegro de que te haya gustado tanto el libro. No sabría decirte cuál es el mejor libro sobre el Zen que he leído. Sí puedo hacerlo acerca del libro que más me impresionó. Y ese fue una antigua edición de la editorial Cedel -ya desaparecida-, llamado Zazen, del maestro Taisen Deshimaru. Fué su primer libro en español y el primero que leí de un maestro zen vivo. Me cambió la vida. De todos los que he traducido, el que me parece la médula del Zen japonés es el Shôbôgenzô del maestro Eihei Dôgen. He disfrutado -y sufrido- mucho traduciendo el primer volumen


Néstor Javier, desde Bogotá (Colombia): ¿De qué manera el zen nos puede ayudar a vivir mejor? ¿Cómo sería vivir la vida al estilo Zen?
El Zen te enseña a entrar en contacto íntimo contigo mismo, con tus necesidades, con tu sabiduría innata. El Zen no es un conjunto de recetas ni de eslóganes. No es una ideología. Es una experiencia íntima de conexión con tu realidad y con la realidad de la existencia. A partir de ahí, cada uno debe crear su propia vida. El Zen no te dice cómo debes vivir, sino que te da las herramientas para que tú puedas decidirlo por ti mismo. 
No hay un estilo Zen de vida. El ‘estilo Zen’ es cosa de los publicistas modernos. No hay marcas ni señales que te indiquen que alguien está siguiendo un estilo de vida Zen. El sabor del Zen es la ausencia de cualquier sabor, o la fusión de todos los sabores.

Luisa Fernanda, desde Medellín (Colombia): ¿Sería la mayor revolución del ser una propuesta zen basada sólo en shikantaza: sentarse y nada más que sentarse?
Ninguna propuesta puede ser la mayor revolución del ser. Ser no es una propuesta, sino un hecho existencial. Sentarse sin esperar nada a cambio es una puerta que te conduce al centro de tu experiencia existencial. Así es como nos lo han transmitido los maestros de la transmisión y así es como lo estamos experimentando. Pero es una puerta, solo una puerta, no la única. Tenemos que tener cuidado con la búsqueda de absolutos porque fácilmente nos conduce a situaciones absolutistas. 


Shin Kan, desde Valencia (Venezuela): ¿Cómo sería la preparación de un monje soto zen para afrontar la muerte? Gassho.
Un monje soto zen no se diferencia de cualquier otro ser humano en cuanto al hecho de tener que morir. La muerte es el desenlace natural de la vida para todos. Y cada uno muere según ha vivido. El último instante de vida es el resumen de la vida entera. Si un monje zen ha vivido acorde al Dharma, morirá acorde al Dharma. La práctica de zazen es un buen entrenamiento para la vida y para la muerte. Mi primer maestro Taisen Deshimaru solía decir que sentarse en zazen es como entrar en el ataúd. 


Horacio, desde Azul, Buenos Aires (Argentina): ¡Hola! Quisiera saber si realiza algún entrenamiento físico complementario a la práctica del zazen y si estará visitando la Argentina próximamente. ¡Muchas gracias!
Cada practicante cuida su propio cuerpo según sus propios criterios. Personalmente me gusta hacer algo de Chikung y también los 10 movimientos conscientes de Tich Nath Han. Además trabajo cuando puedo en jardinería y me gusta hacer largas caminatas por el monte. 

Y no, no he recibido ninguna invitación para visitar Argentina próximamente.


Giancarlo, desde Madrid (España): ¿Cómo aprender a sentarse en zazen (postura muy técnica y difícil), si en los cursos de iniciación no hay curso, sino simplemente (después de una explicación teórica) se te dice: siéntate y no te muevas durante 30 o más minutos? Parece más un concepto militar de se queda el que aguanta…
Ignoro dónde has asistido a un curso de introducción a zazen. En nuestra comunidad, los instructores están siempre a disposición de los principiantes para darles instrucciones y ayudarles a resolver sus problemas y obstáculos. Dan charlas públicas y también entrevistas privadas. No obstante, zazen es una experiencia personal en la que uno mismo debe ir explorando y encontrando el camino, a partir de las instrucciones dadas. Ninguna explicación puede sustituir a la experiencia. Así que una buena manera de introducirse es recibiendo instrucciones precisas y practicando por uno mismo. 


Nieves, desde Cambrils (España): ¿Qué son momentos de eternidad?
¿A qué te refieres con ‘eternidad’? En el Zen no hablamos tanto de eternidad como de ‘no tiempo’. A veces, a lo largo de la práctica, uno puede experimentar momentos de ‘no tiempo’, es decir, momentos en los que la sensación de tiempo se detiene. 


Jaime Yasumasa, desde Requena (España): ¿Qué es simplemente ser?
Simplemente ser es simplemente ser. 


Espiritualidad en un mundo materialista

Víctor, desde Santiago (Chile): Estimado Maestro Dokushô, quisiera preguntarle cómo nos enfrentamos a esta sociedad de consumo que parece atraparnos sin escapatoria. ¿Es posible una renuncia parcial o paulatina mientras vivimos en las grandes ciudades o es necesario un acto radical de abandono, por una vida más retirada y rural?
Simplificando la vida, reduciendo los deseos, consumiendo menos. Cuanto menos deseos tengamos menos necesidad tendremos de vender nuestro tiempo de vida a cambio del poder adquisitivo para satisfacer los deseos. Poco a poco, sin prisa y sin pausa, se llega lejos. 


Javier, desde Málaga (España): ¿Qué pregunta hemos de hacernos?
Es genial que te preguntes qué pregunta has de hacerte. 


Joaquín, desde Sevilla (España): Maestro, si abandono definitivamente el deseo, ¿qué me moverá a la acción? ¿Me convertiré en un ser socialmente apático e inadaptado? Tengo miedo de esto, maestro.
No puedes abandonar definitivamente el deseo. Incluso si pudieras, querer abandonar el deseo es también un deseo. El Buddhadharma no enseña que debamos abandonar el deseo, así, en general. Nos enseña a abandonar los deseos insanos, aquellos que no producen verdadera felicidad ni a nosotros ni a los demás. 
El deseo es el fuego de la vida. Sin deseo, no hay vida. Tú y yo somos frutos del deseo de nuestro padre por nuestra madre y de nuestra madre por nuestro padre. Debemos aprender a usar el fuego del deseo para el bien, de la misma manera que hemos aprendido a usar el fuego físico. Un fuego descontrolado se convierte en una fuerza tremendamente destructiva. Controlado, es la fuente de la civilización humana. Lo mismo sucede con el fuego del deseo.


J., desde Barcelona (España): Cuando estoy en un contexto de activismo político, siento que es despreciada mi espiritualidad, y cuando me voy a un retiro o estoy con mis amigos budistas, siento que rehúyen la política. ¿Cómo integrar estas dos necesidades básicas para mí? ¿Por qué la espiritualidad recela de lo político?
No se trata de la ‘espiritualidad’ en general, sino de formas personales de entenderla. Algunos consideran que lo espiritual no es de este mundo y se refugian en una espiritualidad metafísica como forma de huir del dolor y del sufrimiento inherentes al mundo. En el Zen se dice que si hay algo sagrado, todo es sagrado. Si hay algo que no sea sagrado, entonces no hay nada sagrado. 
Mi primer maestro Taisen Deshimaru solía decir que el Zen no es una respuesta espiritualista a un mundo materialista, sino un camino de vida que abraza lo material y lo espiritual, trascendiendo ambos extremos y viviéndolos como una unidad indisoluble.
Desde mi punto de vista, un compromiso político vivido desde el anhelo de bienestar y felicidad para todos los seres vivientes es una de las formas más elevadas de compasión.


Evila, desde Cucuta (Colombia): ¿Cómo conseguir la felicidad en cualquier circunstancia de nuestra vida?
No dependiendo de las circunstancias. 


Ángeles, desde Madrid (España): ¿Existe alguna relación entre la forma en la que dejamos el cuerpo físico y la vida que hemos llevado?
El primer instante de la muerte es la consecuencia natural del último instante de vida. Y este es la consecuencia natural de todos los instantes vividos. 


Carlos, desde Barcelona (España): Siendo realistas, ¿cree que en algún caso la violencia puede ser útil?
En general, nuestra experiencia personal y la historia demuestran que la violencia tiende a producir más violencia. Pero, a veces, una cierta violencia es necesaria para detener una violencia mayor. Muchas intervenciones quirúrgicas que implican extirpación, la quimioterapia o la radioterapia contra el cáncer son formas de violencia en las que se destruyen células enfermas o se extirpan órganos o partes de órganos enfermos. Esta violencia controlada puede ser inevitable y su objetivo es salvar al organismo en su conjunto. 
En un caso de agresión violenta personal con riesgo de muerte o de heridas graves, cada cual tiene el deber y el derecho de proteger su propia vida.
Ahora bien, no debemos extrapolar estos casos a la vida social o política. La violencia como mecanismo para conseguir objetivos políticos genera una espiral de violencia, de dolor y de sufrimiento incontrolable, y destruye la armonía social y la confianza necesaria entre los seres humanos.


Maria, desde Lisboa (Portugal): Sobre la cremación, me gustaría saber si se puede realizar de inmediato después de la muerte o se tiene que aguardar algunos días, para la tranquilidad del espíritu.
En la tradición budista se suele esperar tres días, al menos. Se considera que es el tiempo necesario para que se produzca la disolución completa de la conciencia personal. Pero, a veces, las leyes de los estados prohíben esto. En España, afortunadamente, el Estado ha reconocido hace poco el derecho de los budistas que lo deseen a aguardar tres días para ser incinerados. 


Mar, desde Novelda, Alicante (España): Conocí al maestro Dokushô a través de mi terapeuta, y algo me hizo conectar con este hombre, su sencillez y la capacidad de transmitir paz. Mi formación es jurídica y ahora espiritual. Me gustaría preguntarle qué opinión le merecen la eutanasia, el testamento vital y la bioética.
Personalmente reconozco el derecho de cada uno a decidir el momento y la forma de su propia muerte y considero que ni el Estado ni ninguna religión tienen el derecho de inmiscuirse en un asunto tan íntimo y tan importante. Soy socio de la Asociación Derecho a Morir Dignamente. Creo que todo el mundo debería estar bien informado sobre su derecho a hacer el testamento vital y que todos deberíamos hacerlo. 
En cuanto a la bioética, no sé a qué te refieres en concreto. Pero he podido constatar que algunos llamados Comités de Bioética tratan de imponer sus creencias religiosas y sus prejuicios cientifistas.



Hasta aquí llega esta primera entrega de la entrevista. Si no quieres perderte la próxima, puedes suscribirte al blog más abajo.

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